En este sentido, voy a traer algunas de as reflexiones de la filosofa judía Hannah Arendt, de su obra “Sobre la revolución”. La misma constituye una novedad en filosofía política e historiografía, en efecto, sitúa a la Revolución Americana, tras comparaciones y análisis, por encima de la francesa (1789) y la bolchevique en Rusia (1917). Si bien me parece discutible esa preeminencia, no obstante quiero destacar que de la norteamericana, hay una experiencia histórica olvidada y hasta negada en su riqueza, incluso, y en primer lugar, por los propios ciudadanos y gobiernos de EEUU durante todo el siglo XX, y lo que va del XXI.
Para la autora “Sólo podemos hablar de revolución cuando está presente este «pathos» de la novedad y cuando ésta aparece asociada a la idea de libertad. Ello significa, por supuesto, que la revoluciones son algo más que insurrecciones victoriosas y que no podemos llamar a cualquier golpe de Estado revolución, ni identificar a ésta con toda guerra civil.” (Arendt, 1963, Pág. 44) Es decir, no es ni la violencia ni el cambio, lo que definen a una Revolución, sino que dicho cambio produzca un nuevo sentido de origen, cuando esa violencia es utilizada para la construcción de un nuevo gobierno absolutamente distinto de lo previo. Cuando la liberación de la opresión, conduce a la constitución de la libertad, sólo así podemos habar de una Revolución.
En Norte-América la insurrección armada fue seguida por una pasión espontánea de constitucionalismo en las trece colonias. A diferencia de las constituciones de Europa o América Latina, la misma en EEUU no nace como expresión de un gobierno hacia su pueblo, como imposición, sino del pueblo hacia su gobierno. En efecto así lo identificaron los constituyentes norteamericanos. Por otra parte en el Nuevo Mundo se observa una fuerte desconfianza hacia el Poder, mucho más pronunciada que en Europa, y la búsqueda de elementos que ayuden a mantener a la sociedad a salvo de la posible opresión de los gobernantes.
Sin embargo hay fuertes diferencias para “limitar” ese poder. En Francia el absolutismo del Rey, contrasta contra la Monarquía limitada inglesa dotada de un Parlamento. Por tanto los padres fundadores en EEUU, tenían plena conciencia de que cortaban lazos con un Rey “limitado”, no absoluto. En ese sentido, no había discusiones en torno a un poder “limitado”. En verdad “…el problema principal que se les planteó no consistió en limitar el poder, sino en establecerlo, no en limitar al gobierno, sino en fundar uno nuevo.” (Arendt, 1963, Pág. 198).
“La única forma de detener el poder y mantenerlo, no obstante, intacto es mediante el poder, de tal forma que el principio de la separación de poderes no sólo proporciona una garantía contra la monopolización del poder por una parte del gobierno, sino que realmente implanta, en el seno del gobierno, una especie de mecanismo que genera constantemente nuevo poder, sin que, no obstante, sea capaz de expandirse y crecer desmesuradamente en detrimento de los restantes centros o fuentes de poder”. (Arendt, 1963, Pág. 205) El desafió estriba en establecer la unión entre las trece, otrora colonias, ahora repúblicas «soberanas», es decir, fundar una «República Confederada», que reconciliará las ventajas de la monarquía para los asuntos externos, y las ventajas de la república para los internos, acorde a las ideas de Montesquieu. Se trata entonces de “…erigir un sistema de poderes que se contrarrestaran y equilibrasen de forma tal que ni el poder de la unión ni el de sus partes, los Estados debidamente constituidos, se redujeran ni se destruyeran entre sí.” (Arendt, 1963, Pág. 206). Así pues la fuente del Derecho y del Poder no tienen una fuente común, de acuerdo a la experiencia norteamericana, sino que el asiento del Poder está en el Pueblo, mientras que el del Derecho esta en la Constitución, que no obstante entidad duradera y objetiva, se dio así misma los mecanismos de reforma, cambio y aumento de sus capacidades, vía las enmiendas. Recuérdese que para la Revolución Francesa el poder y el derecho provenían de una misma fuente, ya que el pueblo reemplaza a la figura del monarca absoluto.
Cuando se enuncia que el Poder procede el Pueblo, en la experiencia americana no era una ficción, en efecto: en los municipios ex-coloniales la multitud organizada ejercía su poder de acuerdo a leyes y era limitado por estas. Y así quienes eran elegidos para redactar las Constituciones locales eran elegidos desde abajo. De hecho los pactos de las antiguas colonias en Norteamérica “… habían sido redactados originariamente sin referencia alguna a rey o príncipe, la Revolución no tuvo más que resucitar el poder de pactar y de elaborar constituciones según se había manifestado durante la primera época de la colonización” (Arendt, 1963,Pag. 228). A diferencia de los franceses, los norteamericanos no veían en la sociedad la fuente de sus males y peligros, es decir, fueron más realistas y pesimistas, pero no con la sociedad sino que la propia “naturaleza” del hombre; “… sabían que, con independencia de lo que fuesen los hombres en su individualidad, podían vincularse en una comunidad que, aunque estuviese integrada por «pecadores», no reflejaba necesariamente este aspecto «pecaminoso» de la naturaleza humana.” (Arendt, 1963, Pág. 238). De hecho ese mismo estado social, tan temido por los franceses, era en este caso la única esperanza razonable para salvarse del mal y la perversidad y de frenar a la naturaleza humana.
A diferencia de la experiencia Francesa, la revolución americana tuvo el gran mérito de haber podido fundar un orden nuevo, permanente y duradero. Es decir realizó la constitución de la libertad, «constitutio libertatis», capaz de crear las garantías constitucionales para los derechos y libertades civiles.Lo que salvó al nuevo gobierno surgido de la revolución, fue el mecanismo de gobierno, que no obstante no pudo salvar al pueblo del letargo y de la desatención de los asuntos públicos, ya que obviamente primó el principio de representación y delegación. Sin embargo todo el poder de la nueva república velaba por la libertad y la constitución de ese espacio público donde pudiera manifestarse esa libertad, es decir: los municipios, “repúblicas elementales”, único lugar tangible donde cada uno podía sentirse libre. Por tanto fue el federalismo la única alternativa viable para limitar poder, creando un sistema de equilibrio (más poder) para salvaguardar la democracia local del gobierno central, pero a la vez, garantizar la unidad nacional.
Los Estados Unidos hoy no solo están lejos de la experiencia de Jefferson y Adams, de aquello de “no tributación sin representación”, de Washington cruzando el Delaware y dirigiendo al nuevo ejército, de aquel 4 de Julio de declaración de independencia; sino que parecen estar más lejos todavía del de establecimiento de ese nuevo orden moderado, equilibrado, respetuoso de la libertad y apasionado por la misma. Hacia el interior de sus fronteras el consumismo y la desatención de asuntos públicos se transformó en pauta habitual de conducta, a tal punto que lo habitual ya no es la pasión por la libertad, sino una vida al mejor estilo “Simpson”. Por otra parte hacia el exterior, no se exportó esa pasión, sino todo lo contrario, y en todas partes del mundo los gobiernos norteamericanos (demócratas y republicanos) hicieron sentir su opresión e interfirieron en la «constitutio libertatis» de muchos países… Vietnam, Cuba, Chile, Centro-américa, Puerto Rico, Bolivia, países del África, etc. Por otra parte, ¿Me pregunto donde quedó la libertad y tolerancia, en los estados que ceden ante presiones de grupos fundamentalistas cristianos? (1) ¿Dónde queda la democracia en un Congreso viciado por el lobby corporativista, que ha reemplazado su voluntad de bien común privilegiando a sectores de poder económico? (2) Algún día renacerá el legado de los padres fundadores, tal vez ya fuera del bipartidismo agobiante…
Bibliografía: Hannah Arendt (1963) “Sobre la Revolución”, Editorial Alianza, Madrid.
(1)Al respecto véase los debates en torno a la educación en materia sexual, de origen del mundo, o cuestiones como matrimonio, adopción, aborto. Es notable avances progresistas en algunos estados, mientras retrocesos y reacciones híper-conservadoras en otros. Un ejemplo de esta tendencia por ejemplo, lo constituye la obligación de enseñar en colegios públicos de algunos estados, el Génesis Bíblico como teoría tan valida como la ciencia.
(2)Véase la claudicación de Obama ante los intereses y las presiones de corporaciones financieras tras la crisis del 2008.POLIKARPO
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